miércoles, 28 de agosto de 2013

Antoine Watteau, el Pintor Rococó de la Vida Alegre

Jean - Antoine Watteau 
(1684 - 1721)


Exquisito, minucioso y genio iniciador del rococó en la pintura fue Jean - Antoine Watteau, un pintor francés cuyas composiciones transmiten un clima melancólico, refinado y sutil que es esencial en toda su obra.

Canción de amor

El joven pintor gustaba de las escenas galantes y costumbristas, el teatro, la música, la conversación, la mitología, los desnudos y los paisajes sombríos y frondosos. El erotismo es sutil y no se expresa abiertamente.

Mezzetin

Recreaba un tipo de atmósfera dorada con su arte; la sofisticación de Watteau brilla a gran altura.

The bird nester

La lección de música

Los cuadros están ambientados en jardines aristocráticos, habitados por personajes elegantes que nos muestran el ambiente social del rococó.

Los placeres del baile

Pareja elegante junto a una fuente esculpida

Watteau muestra gente distinguida y se le atribuye la creación del género de las fiestas galantes, es decir escenas de cortejo amoroso y diversiones de la vida cortesana que buscaba el contacto con la naturaleza.

Campos Elíseos

Elevó la fête galante a su punto más alto creando este melancólico mundo onírico y misterioso poblado por gente que coquetea y juega en un ambiente parecido a un parque. El ambiente pastoral subraya la inocencia y espontaneidad de los participantes, que se afligen ante la rigidez impuesta por las convenciones sociales.
La siguiente pintura es un muy buen ejemplo de las "fêtes galantes" perfeccionado por Watteau. Aquí el artista se incluyó a sí mismo como el músico sentado tocando una gaita. La bailarina central puede ser la actriz Charlotte Desmares, que era la amante del duque de Orleans. Su pareja de baile es Nicolas Vleughels, un pintor flamenco, amigo de Watteau.

Fêtes Vénitiennes

Pese a su aparente fantasía y artificio, todas las obras denotan notable maestría técnica y compositiva. En sus paisajes las figuras se mueven en deliciosos vestidos de seda; se deleita Watteau mostrando la calidad de las telas satinadas en ambientes de ensueño.

El Cuarteto

El Baile

En 1712 fue nombrado Agregado de la Academia Real de Pintura y Escultura, por lo que debía donar una obra a la misma, y lo hizo cinco años más tarde presentando su obra maestra El Embarque a la Isla de Citerea, que representa una idea propia de la poesía francesa: se trata de un viaje a una isla de bienaventurados en la que reside el Amor.

Embarque a la Isla de Citerea

En 1719 se traslada a Londres para consultar a su amigo y admirador, el doctor Mead, sobre la enfermedad que padecía, tuberculosis; pero regresó a París al año siguiente sin experimentar ninguna mejoría. Lamentablemente jamás se recuperó. Falleció prematuramente a los 36 años de edad llevándose con él su lírica melancolía.

martes, 20 de agosto de 2013

Llueve en el Silencio de la Noche

Está lloviendo. Este es uno de esos instantes mágicos en que cada cosa en el mundo pareciera estar en su lugar, el universo puso su mecanismo a funcionar a mi favor y está lloviendo. Así es la vida, creo que soy una de las pocas personas que debe sentir amor por el invierno y el mal tiempo... siento que la vida es más fácil cuando llueve, es como una canción de cuna de la Madre Naturaleza para mí. Pocos sonidos me resultan más inspiradores que las gotas cayendo sobre las hojas secas.


La ciudad se viste de gris y las hamacas en los parques desiertos lloran de melancolía. Como soy una nostálgica irredenta, recreo una atmósfera casi irreal y me recuerdo dando vueltas con la bicicleta o pisando charquitos y a mi madre llamándome que entrara enseguida a casa porque me iba a enfermar, mientras yo seguía riendo. Cuando llueve bajo el pulso, aparecen añoranzas y los recuerdos más dulces de mi infancia.


Nada como escribir en una tarde de lluvia, es poesía que invita al alma a descansar... y de repente, la voz de un dios enfurecido, que me hace sobresaltar. Arrecian los truenos y golpea fuerte el agua en mi ventana. Pura maravilla.


Puede caer una finísima llovizna, como lágrimas de un ángel; ser lila o púrpura, tener alas suaves o caer como una tromba, fuerte y oscura, no importa. Llueve en el silencio de la noche, embarga mi alma y me reconforta.


Hace un tiempo atrás, en mi pueblo natal, durante las noches de verano adoraba escuchar la lluvia mientras a lo lejos escuchaba el nostálgico sonido del tren pasando... y cuando la tormenta ya cedía  escuchaba el canto de los grillos felices entonando sus acordes a todo pulmón. La vida sonreía.


Confieso lo inconfesable, los días tremendamente soleados y los cielos eternamente despejados a veces me pueden resultar un poco deprimentes; en cambio caminar por una playa solitaria un día lluvioso en  pleno verano es comenzar a fantasear con el discreto encanto de su decadencia, y es la gloria. Ahh, el dulce sonido de la lluvia. El cielo se oscurece rápidamente, el viento se arremolina, la ciudad se suspende en el silencio... se bajan persianas, se cierran puertas y ventanas y... llueve!

sábado, 17 de agosto de 2013

Regimiento de Granaderos a Caballo General San Martín, Aliados de la Gloria


Esta historia de grandeza comienza en marzo de 1812 cuando llega a Buenos Aires el Teniente Coronel José Francisco de San Martín; dos años habían pasado de la Revolución de Mayo y la causa de la independencia se extendía por toda América del Sur. La Patria, nuevita y tierna, estaba siendo amenazada de veras. Enterado de las alarmantes noticias que llegaban de ultramar, y luego de años al servicio de España para que recobrase su independencia expulsando a los franceses invasores, San Martín sintió que ya era hora de volver los ojos a su patria, aquella que se había decidido por la libertad pero que todavía continuaba siendo arrasada, pasando dificultades graves; por eso no pudo ser más oportuna la decisión de volver a su suelo natal.
No había tiempo que perder. Apenas pisó nuestro suelo, el 16 de marzo de ese mismo año, el Primer Triunvirato le reconoce el grado de Teniente Coronel de Caballería y le ordena crear el Primer Escuadrón de Granaderos a Caballo.


San Martín sabía perfectamente acerca de la necesidad de formar un cuerpo modelo donde primara la calidad humana de sus integrantes sobre la cantidad, y por eso no se limitó sólo a formar soldados, formó caballeros en el amplio sentido que en esos días tenía esta palabra; y de aquel primitivo escuadrón de granaderos surgieron los oficiales de mayor prestigio de los ejércitos patriotas. Y más, fue un vivero de héroes que luego se diseminaron por el vasto territorio americano.


Como el general conocía muy bien el valor del ejemplo como base para cimentar la instrucción de la tropa, estableció un Código de Honor al cual debían ajustar su conducta todos los oficiales sin excepción con el objeto de preservar la disciplina y el honor. Su primer asiento fue en el Cuartel del Retiro, ubicado donde actualmente está la Plaza General San Martín y muy pronto se presentó la oportunidad de probar el temple de la nueva fuerza militar.
El 3 de febrero de 1813 emprende su lucha con la victoria en el Combate de San Lorenzo, batalla que para aquellos a quienes fascina la historia argentina como a mí, sabemos que tiene un valor simbólico inestimable; quizás sea de escasa importancia en lo militar pero fue crucial para la independencia de América del Sur y ayudó a cimentar este proyecto en común de nación.
En aquel combate, la valentía de un hombre salva la vida del jefe que resulta próximo al alcance de las bayonetas españolas cuando queda aprisionado por la muerte de su caballo, fue el heroico granadero Juan Bautista Cabral quien no vaciló en medio de aquel entrevero de sables y bayonetas a hacer zafar del caballo a su jefe. Como resultado de esta acción recibió dos heridas mortales y el rosal de la historia nos cuenta que sus últimas palabras fueron: "Muero contento, hemos batido al enemigo!"
En honor de Cabral, San Martín dispuso la colocación de una placa recordatoria que los granaderos deben saludar cada vez que ingresan al cuartel y su nombre revistará para siempre en la lista de efectivos cuya mención debe contestar el sargento más antiguo.


Más tarde, San Martín fue nombrado Jefe del Ejército del Norte en reemplazo del General Belgrano; solicitó luego en 1815, la gobernación de Cuyo para idear un ejército con el cual realizar una de las más grandes hazañas militares de la Historia: cruzar la Cordillera de los Andes, pasar a Chile y después continuar a Perú, centro de la resistencia española.
Todo lo que vale cuesta, amigos y en 1817 comenzó la epopeya. Cruzaron 500 kilómetros de cordillera montados en mulas y con caballos de tiro, y una vez más su bravura los distinguió. Luego de libertar a Chile con extraordinarios triunfos, en agosto de 1820, zarpa la expedición al Perú. Llegan con sus tropas a Lima y en 1821, proclaman también su tan ansiada independencia.


Luego de entregar completamente su vida a la gesta libertadora, después de cumplir su sueño de ver libre a la tierra que lo vió nacer, el Gran Capitán se retiró voluntariamente del escenario de sus triunfos, pero decidido a terminar su participación en las campañas libertadoras del continente, San Martín envió sus granaderos al mando del Coronel Mariano Necochea para formar parte de las fuerzas que, a las órdenes del General Antonio José de Sucre, daría la independencia al Ecuador. Asimismo los granaderos permanecieron y combatieron al lado de colombianos y peruanos bajo las órdenes de Bolívar en las dos últimas grandes batallas de la emancipación continental.
 

Misión cumplida, los jóvenes de corazón de acero habían liberado a tres naciones, ya nada más quedaba por hacer. Por eso, en 1826, tras trece años de intensas luchas, iniciaron el regreso a su patria.
Los granaderos regresaron al Cuartel del Retiro al mando del Coronel Félix Bogado y el regimiento se disuelve. Durante casi 80 años los granaderos tuvieron el merecido descanso, el reposo de los que con su sangre y coraje nos dieron la libertad.
Pasaron los años; en 1903 se decide recrear el regimiento porque consideraron conveniente conservar en el Ejército de la Nación la representación del glorioso Ejército de la Independencia mediante la reorganización de uno de sus cuerpos más beneméritos y a partir de ese momento, la unidad volvió a utilizar el uniforme que dispusiera el Libertador cumpliendo la consigna de defender la patria.
El Presidente Roque Sáenz Peña resolvió que mantuviera su designación original y se agregara el nombre de su creador, el General San Martín.


Hoy en día, la unidad de tan distinguida historia, es designada como escolta presidencial, se ocupan de difundir tradiciones sanmartinianas, participan en actos culturales y ceremonias en todo el país y abren las puertas de su cuartel para que toda la ciudadanía los visite y por supuesto también se alza una guardia de honor en el mausoleo del Generalísimo, en la Catedral Metropolitana.
El Regimiento está organizado en siete escuadrones y la Fanfarria Militar Alto Perú; el nombre de cada uno de ellos recuerda los principales combates y batallas luchadas en la época de la campaña libertadora.
El destacamento militar Yapeyú tiene la misión de custodiar el solar natal del Padre de la Patria y el destacamento militar San Lorenzo, en Santa Fe, brinda seguridad y contribuye a la preservación del Campo de la Gloria, lugar de bautismo de fuego en 1813.


Así de grandiosa es la trayectoria del Regimiento de Granaderos a Caballo General San Martín, un regimiento compuesto por hombres comprometidos con su tierra y dispuestos a entregar sus vidas por la patria, si fuera necesario. Sin ellos seguro no hubiera habido Independencia, por eso un Granadero es más que un sentimiento, es espíritu sanmartiniano que perdura en sus filas haciendo honor a aquellas palabras que su Jefe pronunciara:

"De lo que mis Granaderos
son capaces sólo yo sé.
Quien los iguale habrá,
quien los exceda, no".

jueves, 8 de agosto de 2013

Enrique Santos Discépolo. Tanguero de la Angustia, Filósofo de la Hecatombe

Enrique Santos Discépolo 
(1901-1951)

Sus letras lo reflejaron todo: amor, odio, angustia, desesperación... disertó filosofía al compás del dos por cuatro y dejó para siempre su impronta en el alma porteña. Enrique Santos Discépolo Deluchi fue poeta, dramaturgo, actor de cine y teatro y también militante político en un momento de cambios profundos, y aún hoy sigue siendo el símbolo del creador multifacético que interpretó con crudeza, ironía y desesperanza eso que los humanos conocemos como vida.
A su manera, supo tomarle el pulso a una sociedad que estaba en ebullición y con gran ironía escarbó en candentes temas sociales, justamente por eso las letras de sus tangos le valieron la inmortalidad.


Quisiera, pero me resulta imposible desmentir "Cambalache", un tango compuesto en 1935 pero que parece escrito ayer; el enorme tema del genio escéptico se ha convertido en un símbolo de lo que fueron esos años de corrupción (y seguramente de otros que le siguieron).
"Cambalache" es un fiel reflejo de la poesía lacerante que Discépolo supo ponerle a la mayoría de sus obras y para eso usó imágenes duras y nombró personajes como Serge Alexandre Stavisky, célebre estafador que conmocionó a Francia, o la contracara, Juan Melchor Bosco, conocido simplemente como Don Bosco, creador de la orden salesiana canonizado en 1934. En la letra aparecen también Don Chicho (en realidad, Juan Galiffi) conocido como "el Al Capone argentino" gangster italiano que operó en Rosario y fue deportado; San Martín, Napoleón, Carnera -boxeador italiano, campeón mundial de los pesos pesados- y "la Mignon" como una imagen figurada para representar a una prostituta. En este tema reflejó sin anestesia la hipocresía de la "Década Infame"; mi versión preferida es la interpretada por el inolvidable "Barón del Tango", Julio Sosa:



Discépolo infringe una de las normas básicas de la letrística del tango, él no era un autor nostálgico, no idealizaba y no creía que "todo tiempo pasado fue mejor", no. Para Discépolo "el mundo fue y será una porquería" y tal vez por eso el entrañable "Cafetín de Buenos Aires" sea el más raro de sus tangos, una perla maravillosa donde aparece eso que está ausente en toda su obra, y es, precisamente, la nostalgia. Si desean, los invito a escucharlo en la voz del cantor Edmundo Rivero, artista sublime de una época ya extinguida.



Antes que Carlos Gardel interpretara el implacable "Yira-Yira", "Malevaje" o "Chorra" entre otros temas, fue Azucena Maizani quien le dió el espaldarazo definitivo para trascender en el mundo de la música; y con el éxito Discepolín conoció a la mujer que lo acompañó hasta su último día, Ana Luciano Divis más conocida como "Tania", un cascabel que ingresó como torbellino a una vida más emparentada con la tristeza que con el júbilo. Ellos fueron dos mundos que convivieron equilibradamente, con humana perfección, durante los últimos 24 años de vida del autor de "Uno".

Discépolo y Tania

Con 36 tangos colosales, obras para teatro como Blum y Wunder Bar, películas como El Hincha en donde nos habló de identidad, de pertenencia, de pasión y de la vida misma, Discépolo se erigió en parte indestructible de la cultura popular. Sin embargo muy pronto un día, el corazón le dijo basta. Su angustia vital tocó fondo; para él todo terminó con un compás desafinado a sus apenas 50 años, bien spleen, a su manera.

jueves, 1 de agosto de 2013

Barrio de Barracas, Latido y Aroma Fragante de Historia, Tradición y Leyenda

El barrio de Barracas es uno de los lugares de nuestra ciudad que guarda su propia historia emparentada con la de la patria porque en el año 1805, cuando Buenos Aires formaba parte de una colonia, en el sur de la ciudad se comenzaron a levantar unas precarias construcciones para el almacenaje de productos que llegaban y partían de nuestras costas con destino de ultramar. En el libro "Barracas en la historia y la tradición", su autor, Horacio Puccia, nos cuenta que una lonja de tierra que se extendía desde el actual Parque Lezama hasta el Riachuelo, ya figuraba en los planos de la época como "las barracas y tierras de doña María Burzaco".

Ubicación de Barracas

En este lugar que limita con los barrios de Nueva Pompeya al oeste, Parque Patricios al noroeste, Constitución al norte, San Telmo al noreste y La Boca al este, y con las localidades de Avellaneda y Piñeyro al sur, nació este populoso barrio porteño que en un principio fue habitado por familias patricias como los Balcarce, Montes de Oca o Alzaga pero que en la segunda mitad del 1800, hito de la fiebre amarilla mediante, siguió el mismo camino que San Telmo; las familias "ricas" se instalaron en el norte de la ciudad y los inmigrantes y los trabajadores poblaron las calles imprimiendo al lugar la fisonomía radical de una barriada obrera donde crecieron las fábricas, los conventillos y los inquilinatos.

Escudo de Barracas

Pero Barracas guarda un gran caudal de historia, leyendas y edificios de gran valor patrimonial, de características extraordinarias y señoriales. Entre los múltiples edificios protegidos está la magnífica residencia de la desdichada niña Rufina Cambaceres; o surge inmediatamente el nombre de la hermosa y trágica Felicitas Guerrero, dicen que ella no descansa en paz y su fantasma se pasea lloroso por la única iglesia de estilo neogótico alemán que quedó en pie en todo el mundo y la única con estatuas de figuras terrenales que lleva su nombre.

Collage Iglesia Santa Felicitas

Otra bonita Parroquia, la de San Antonio María Zaccharía

Pero también en este romántico barrio, otra historia inolvidable evoca el triste final de una vida breve aunque llena de una carga quizá mucho más romántica: la de Elisa Brown, la hija del mayor héroe naval de los argentinos, el almirante Guillermo Brown.
Elisa vivía en la famosa Casa Amarilla que la familia tenía en las cercanías del actual cruce de la avenida Martín García y Bolívar, a metros de donde hoy está el Parque Lezama. Por eso es que esa zona vecina aún sigue conociéndose con esa denominación. La Casa Amarilla que ahora se ve sobre la avenida Almirante Brown es una réplica de aquella residencia, entonces cercana al río. Elisa, de apenas 17 años e impactantes ojos azules, con autorización de sus padres inició un noviazgo con un joven 7 años mayor que frecuentaba la residencia. Se llamaba Francis Drummond y era uno de los oficiales de la joven armada nacional que lideraba Brown. Corría el año 1827, eran los tiempos de la guerra con el imperio de Brasil y el oficial mayor Drummond estaba al mando del bergantín Independencia y, derrochando heroísmo en cada acción como todos los marinos argentinos, recibió una esquirla de cañón que terminó con su vida en los brazos del almirante Guillermo Brown, quien luego le dio la mala noticia a Elisa, junto con el anillo que su amado, en su agonía, había pedido que le entregaran. A él lo enterraron con todos los honores que pertenecen a un héroe y Elisa Brown perdió su sonrisa para siempre. Ocho meses después de ese mismo año, murió ahogada en las aguas del río. La leyenda afirma que ese día era la fecha prevista para su casamiento y que llevaba puesto un vestido de novia y aquel anillo. Su muerte conmovió tanto a la ciudad que en su cortejo hubo unos 50 carruajes.

Casa Amarilla, réplica de la casa de la Familia Brown
"Fuego Rasante que el Pueblo nos Contempla", se lee en su entrada


El barrio de pasado rico en personajes guarda también la memoria de la afamada pulpera rubia, de ojos celestes; la leyenda dice que entre los años 1820 y 1840 cerca de la parroquia Santa Lucía, vivía la hija del dueño de la pulpería, una joven llamada Dionisia Miranda a quien algunos conocían como "la rubia de la zona del saladero". La historia recuerda que su padre, Juan de Dios Miranda, murió luchando en una de las guerras políticas de la época, por eso Dionisia y su madre quedaron a cargo del local; un poeta se enamoró de ella y creó el famoso vals que todos tarareamos alguna vez.

Tarde de Otoño en Barracas

Mientras paseo por el evocador lugar me entero que 53 de sus edificios históricos -como el Bar El Progreso- van a quedar protegidos por ley.
La historia Barracas puede "leerse" en su perfil edilicio, la vida del barrio acompañó los ritmos de la Nación. En la segunda mitad del siglo XIX, con la caida de la actividad fabril, se verificó un retroceso en su infrestructura pero a principios del siglo XX hubo un gran repunte y el trabajo trajo aparejado consigo el sueño de la casa propia. Estos anhelos dieron a luz la primera casa colectiva de El Hogar Obrero, una cooperativa pensada para trabajadores; con ese edificio se marcó el punto de partida para otros edificios similares que se harían en otros lugares de la Ciudad.

Bar El Progreso, la flor de Barracas

Continúo transitando por este rincón de 406 manzanas y recuerdo que el día 12 de julio de 1930, alrededor de las 6 de la mañana, el tranvía 105, de recorrido Lanús-Retiro, cayó en las aguas del Riachuelo, llevando con él a los 60 pasajeros que lo abordaban en ese momento, resultando con vida sólo 4 de ellos. El siniestro fue conocido como la Tragedia del Riachuelo, la mayoría de los accidentados fueron obreros que iban a su trabajo. Se piensa que el conductor no se dio cuenta que el puente Bosch estaba levantado permitiendo el paso de un barco, debido a la espesa niebla que había en ese momento.

Ex Planta Yerbatera Cruz de Malta

El barrio de ambiente bucólico preserva y mantiene vivas sus leyendas. Amores desairados o truncos, fantasmas tristes que hacen sonar campanas, luchas patrióticas, accidentes... Barracas es historia, tradición y leyenda, un sitio nostálgico y tanguero "donde el cielo es más azul y más dulzón el canto del barco italiano".